miércoles, 28 de febrero de 2018

La quinta ola.


Hace décadas que dejé de levantarme pronto por las mañanas para ir a la Universidad. Que dejé de ir con mis padres a un restaurante a cenar por su aniversario. De ver películas con mi pequeño hermano, y que simplemente, dejé de vivir.

La tecnología artificial ha alcanzado su mayor punto de auge, en la que la sociedad humana ha desaparecido casi por completo y simplemente quedan ciertos grupos que nos unimos a la revolución. Tiempo atrás ciertos científicos y tecnológicos advirtieron de la posibilidad de que, al crear máquinas que nos obcecábamos en que cubriesen nuestras necesidades más básicas o inclusive otras que ni siquiera nosotros éramos conscientes de que una máquina pudiese realizarlas, lográsemos llevar a cabo una situación insostenible, de la que no sabríamos ni podríamos escapar nunca. Mi propio padre cayó presa de la avaricia, del deseo de conocimiento, los valores que le procuraron sus padres hacía tiempo atrás que habían desaparecido por completo y lo único que quedaba en su pecho era un órgano hueco donde en circunstancias normales se encontraría el corazón.
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La primera oleada de ataques, surgió cuando las élites formadas por las tecnologías de última generación, conocidas como humanoides, lograron asemejarse tanto a los seres humanos que ni siquiera sus propios creadores, entre los que mi padre se incluía, consiguieron diferenciarlos. Se adentraron en los puestos más específicos de la política y la economía, anegando a nuestra sociedad con una crisis tanto en el gobierno como en los bancos, por lo que las personas morían de hambre o de frío cuando llegó el invierno.

Mi familia falleció en la segunda ola, la más devastadora jamás conocida, cuando esos seres tecnológicos consiguieron dominar las instituciones de salud, propagando enfermedades todavía incurables y fáciles métodos de transmisión, como el Dengue, la Malaria y el peor de todos, conocido como el Ébola. Enfermedades que antes de todo este caos, solo existían en ciertos países y regiones del mundo, sobretodo en África. 

La tercera ola sucedió cuando las máquinas destruyeron las principales torres de electricidad, acabando con la red de conexiones en las ciudades del mundo. Aún así, no pretendían arrasar toda la Tierra. Simplemente, una parte de ella. Aquellas zonas  pobladas de esos seres que serían unos inconvenientes para ellos a la hora de tomar el poder, los humanos.

—¿Puedes pasarme la taza de café Tom?—Actualmente, resido en una de las pequeñas casas abandonadas que se quedaron aisladas en las montañas con un grupo de supervivientes. No podíamos salir al exterior, ni mucho menos ir a nuestros hogares. Hace tanto tiempo que no me doy una ducha de agua caliente...,que no huelo el increíble olor de la comida casera que preparábamos mi madre y yo, o simplemente, sentir el cobijo de sus brazos.

—Dentro de poco tendremos que ir a buscar comida. Se agotan nuestras provisiones para el invierno.

—Hace unos días vimos cruzar por ésta zona aerodeslizadores, no creo que sea buena idea. Podrían descubrir nuestro campamento y masacrarnos. Hay mujeres y niños.

—De nada servirá si se agotan nuestras subsistencias antes de alcanzar el mes de diciembre. Morirán de todas formas. Al menos si nos encuentran, será rápido. No quiero acabar recurriendo al canibalismo, y lamentablemente, nuestra situación es cada vez peor.

Habíamos llegado a un punto álgido en la historia humana. ¿Deberíamos sacrificarnos unos tantos por salvar la vida de otros? Era muy probable que aquellos que viajasen a las zonas urbanas no regresasen nunca, y aún así, había algunos que asumían los riesgos. Su principal motivo es que merecía la pena correr dicho peligro por salvar al que seguramente y con todas las probabilidades, sería el último grupo de seres humanos vivos o libres. Esa fue la cuarta ola. Esclavizar a miles de millones de personas, incluyendo, por supuesto, mujeres y niños, sin prestar atención a su edad o condiciones.

Sin embargo, lo peor estaba por llegar. Como ya había dicho las máquinas lograron parecerse tanto a los humanos física y mentalmente que prácticamente era imposible diferenciarlos, simplemente podrían ser distinguidas gracias a las pupilas de los ojos, donde esos seres presentaban un iris de color azulado celeste, muy característico. La quinta ola significará la desaparición total de la raza humana. Nuestras únicas fuentes que tenemos todavía informándonos han revelado que añadirán una toxina al agua potable que paralizará nuestro organismo en pocos minutos. Escribo estas últimas páginas en mi diario. Supongo...que pronto me reuniré con mi familia.

La peor enfermedad que ha afrontado la Tierra, es sin duda alguna la avaricia de los humanos, que intentando alcanzar metas antaño consideradas como imposibles, se convirtieron en nuestra pesadilla y fin.

Entrada


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Entrada inspirada en la actividad creativa pedida por la profesora para la elección de Jonathan Swift, que fue un escritor satírico irlandés, nacido en el año 1667 y que falleció en el año 1745.  Su obra principal es Los viajes de Gulliver, que constituye una de las críticas más amargas, y a la vez satíricas, que se han escrito contra la sociedad y la condición humana.






Andrea De La Fuente Igual.

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