domingo, 27 de mayo de 2018

Poema creativo.

Luisa nos pidió a raíz del poema de Silvia Plath que elaborásemos otro. El comienzo es igual que es de Marina García Ramos, puesto que lo empezamos juntas, tal y como la profesora pidió en clase. El resto es original.


Hay palabras que con su
acero, causan dolor.
Espadas tormentosas en un mar
de deseos profundos.

Caballeros
que huyen círculos,
buscando impactos grandes.

Vuelvo a hallar calaveras en mis pensamientos.
Monturas que dirigen galopes
hacia el reflejo de la vida.

Gotas de lluvia recomponen el desorden,
mientras la sangre resuena en el hierro.
Quisiera convertirme en ese
niño, que aún vive en mi ser.

Riendo a carcajadas,
llorando un sin fin de lágrimas.
Vida y tiempo.
Dolor infatigable.

miércoles, 23 de mayo de 2018

Haikus.

Luisa nos pidió hace unas semanas hacer unos haikus (los cuales no era necesario subir al blog).
En nuestro libro aparecen dos haikus:

Bajo la lluvia de verano
el sendero
desapareció.



Las noches son breves
¿Cuántos días
aún por vivir?



Como podemos observar, los japones que escribían estos haikus no ansiaban mucho eso de vivir y disfrutar el momento. Mi haiku tiene aspectos parecidos a los de los anteriores, aunque he intentado hacerlo sin recurrir a la imagen de la muerte:

Las estrellas relucen
en la oscura noche
mientras las almas callan.


Leyre Hernández Luzón.

Las palabras son vida.

En clase vimos un poema de Sylvia Plath llamado Palabras.
Este poema hablaba sobre la importancia de las palabras, de su significado, y del contexto en que estas son utilizadas.


A partir del poema, seleccionamos todos los sustantivos, los adjetivos y los verbos, y los colocamos en unas listas para más tarde dar un sinónimo a cada palabra.
El fin de este juego con las palabras, consistía en crear un poema surrealista (por eso el mío no tiene sentido) con palabras extraídas del texto o con los sinónimos.

El resultado de mi poema es el siguiente:

Cuchillos
con cada golpe su lámina de hierro resuena
Refleja lágrimas secas
que fluyen por una senda de agua
o fuego.

Caballos blancos
galopando en el bosque,
creando tristeza a su paso apresurado
como si de un camino de muerte se tratase.


Leyre Hernández Luzón.

Metamorfosis.

Franz Kafka narraba en su novela La Metamorfosis la historia de Gregorio Samsa, un comerciante de telas que vive con su familia a la que él mantiene con su sueldo, quien un día amanece convertido en un enorme insecto.




Luisa nos pidió que escribiésemos un relato corto en primera persona que narrase un cambio enorme en nuestra vida o en la sociedad en la que vivimos. 
Yo decidí contar una historia que me pasó hace unos años, solo que esta vez cambié a un final triste:

Cuando me desperté sabía que algo andaba mal, mi madre estaba hablando por teléfono y llorando, lo cual no sonaba muy bien cuando mi padre llevaba ya dos semanas ingresado en un hospital.

Mi madre fue corriendo al hospital mientras yo me sentaba en el sofá. No lloraba, solo pensaba e imaginaba todo lo que podría ocurrir y si debía o no contárselo a mi hermano pequeño.
Pasaban las horas y seguía allí sentada hasta que llamaron a mi teléfono.
Se me había caído el mundo encima, y no solo a mí, sino al resto de mi familia.




Leyre Hernández Luzón.

Todo por la paz.


En 1905 se entregaba el cuarto Premio Nobel de la Paz de la historia. La galardonada fue Bertha von Suttner, una mujer entregada en cuerpo y alma a la defensa del pacifismo. Hija de una de las familias austriacas con más tradición militar de Viena, Bertha rompió con aquella existencia, se casó en secreto y vivió penurias económicas. En París trabajó brevemente para Alfred Nobel con quien estableció una profunda relación de amistad que duraría años. La vida y el ejemplo de Bertha von Suttner, autora de la obra cumbre del pacifismo ¡Adiós a las armas!, le sirvió como inspiración a Nobel para crear su reputado premio. El primero de todos, el de la Paz, abrió el camino a una larga tradición de reconocimientos a la labor humana, científica, económica y literaria. Y la primera mujer en iniciar dicha tradición fue Bertha von Suttner.



Bertha Felicitas Sophie nació el 9 de junio de 1843 en Praga, entonces parte del Imperio Austro-Húngaro en el seno de una familia de militares. Bertha fue la hija póstuma del conde Franz Kinsky von Wchinitz und Tettau, mariscal de campo del Imperio Austro-Húngaro y su esposa Sofía Wilhelmine. Ya desde su nacimiento recibió el título de condesa de Kinsky y vivió rodeada del lujo de la corte. Recibió una esmerada educación de la mano de un tutor personal, aprendió varios idiomas y viajó en múltiples ocasiones. 
Pero aquella vida de lujos y tranquilidad económica terminaría cuando su madre ya no fue capaz de mantener el elevado ritmo de vida que la corte exigía. 

Bertha tenía entonces unos treinta años y decidió buscarse un trabajo para poder independizarse económicamente. En 1873 empezó a trabajar como institutriz en casa del barón Karl von Suttner donde se hizo cargo de sus cuatro hijas. Su estancia con los von Suttner solamente duró tres años. Bertha se había enamorado del hermano mayor de las chicas, el conde Arthur Gundaccar von Suttner. El barón no sólo se opuso porque Bertha tuviera siete años más que Arthur. La joven, a pesar de pertenecer a la aristocracia, poco podía aportar a aquel matrimonio, aparte de su título.

En 1876 el barón von Suttner invitó a Bertha a dejar su cargo de institutriz de sus hijas. Fue entonces cuando, casualidades del destino, Bertha encontró un anuncio en el periódico en el que un caballero adinerado de París que buscaba una secretaria. Aquel millonario no era otro que el químico sueco Alfred Nobel.

Su trabajo junto a Nobel se redujo a unos pocos días pero que, sin embargo, dejarían huella en ambos. Entre Bertha y Alfred nacería una relación de amistad que se perpetuaría a lo largo de muchos años gracias a las cartas que nunca dejaron de escribirse.

De vuelta a Viena, Bertha y Arthur se casaron en secreto en junio de 1876. La ceremonia llegó pronto a oídos del baron von Suttner provocando su ira y la de la toda la alta sociedad vienesa. Ante aquella incómoda situación, la pareja se marchó a vivir al Cáucaso donde vivirían casi una década sobreviviendo gracias a sus escritos en medios locales.

En 1885 el barón von Suttner aceptó al fin el matrimonio de su hijo y pudieron regresar a Viena donde Bertha continuó dedicándose a escribir y empezó a entrar en contacto con distintos movimientos pacifistas de toda Europa. En París conoció de primera mano la labor de la Asociación Internacional por la Paz y el Arbitraje e intercambió impresiones con otras personas con sus mismos ideales.

En 1889 Bertha von Suttner publicó la que sería su gran obra. ¡Adiós a las armas!, una novela en la que se relata la vida de Marta, una mujer que sufre el horror de la guerra, se convirtió en un claro referente del pacifismo y su autora en una consagrada escritora y activista internacional.

Bertha continuó dedicando toda su vida a la defensa de la paz en el mundo. Incluso después de quedarse viuda en 1902, no cejó en su empeño de demostrar a los dignatarios de los distintos países europeos de la necesidad de encontrar soluciones alejadas de los conflictos armados para resolver problemas.


Leyre Hernández Luzón.

La pobreza infantil.

Hace un tiempo leímos en clase un fragmento de la novela de Charles Dickens, llamada Oliver Twist.


Esta novela critica el abandono de los más pequeños ante la sociedad. Su tema principal es la pobreza en el ámbito infantil.
El fragmento que leímos en clase era el momento en que una madre da a luz a su hijo en un hospicio. Sin embargo, la novela narra la vida de miseria y pobreza que vive Oliver Twist en Londres, el niño cuya madre muere cuando da a luz, y tiene que vivir sus primeros años de vida en un orfanato. Cuando Oliver crece, su vida en la calle se hace más dura, hasta el punto de ingresar en una banda de carteristas. Gracias a este trabajo, el protagonista, acaba en la cárcel.



En clase, Luisa nos pidió reflexionar sobre la responsabilidad que debe tener la sociedad con los niños pobres y huérfanos.
En mi opinión, hay países en los que los niños viven en la calle, ya sea porque sus padres no se preocupen por ellos o porque necesitan mendigar para comer y así alimentar al resto de su familia.
Estos problemas pueden resultar tabú en algunos países en los cuales no se ven tales actos; algunos habitantes de estos países no piensan en preocuparse de los niños pobres, o en general, de las familias que carecen de bienes. Pero sí, todos deberíamos de preocuparnos, pues sea el país que sea, los niños son más débiles y hay que cuidarlos; también son el futuro, no solo de ese país, sino del mundo entero.


Leyre Hernández Luzón.

lunes, 7 de mayo de 2018

La infidelidad.

"El secreto de la felicidad no es hacer siempre lo que se quiere, sino querer siempre lo que se hace."
-León Tolstói.

León Tolstói fue un escritor ruso hijo de un noble propietario y de una princesa, nacido en 1828. Muy joven queda huérfano y pasa a vivir con dos de sus tías. Ingresa en la Facultad de letras, que más tarde abandona para cursar Derecho. En sus años de universidad, Tolstói obtiene buenos resultados gracias a la ociosidad del joven y a la atención que prestaban los profesores a su rango familiar. En la universidad conoció al filósofo Rousseau, logrando influir al futuro escritor ruso en algunas de sus obras.
Decepcionado por la enseñanza oficial, decide abandonar sus estudios, volver a San Petesburgo y comenzar a viajar al extranjero.
Tolstói muere  en 1910 por un grave ataque pulmonar.



En clase leímos un fragmento de la novela Ana Karenina e intentamos resumir la historia en la que Stiva engaña a su mujer.
Como bien he dicho, Stiva engaña a su mujer y esta decide que ya no puede seguir viviendo con él. Mientras los niños no saben nada y los criados sospechan, la pareja decide separarse.
Stiva despierta en un sofá de su casa recordando lo que él creía que solo era un sueño, siendo también la realidad. La mujer lee una carta mientras llora (en mi opinión una carta sobre las aventuras que ha tenido Stiva con otra mujer); el hombre al intentar disculparse con su mujer, es rechazado por sus actos.


Leyre Hernández Luzón.