lunes, 20 de noviembre de 2017

La literatura.

Hasta el siglo XVII, lo que actualmente denominamos literatura se designaba como poesía o elocuencia. Durante el Siglo de Oro español, entendía cualquier invención literaria, perteneciente a cualquier género y no necesariamente en verso, por consiguiente se consideraban tres, que eran los siguientes: la lírica, la épica y la dramática

A comienzos del siglo XVIII se comenzó a emplear la palabra literatura para referirse a un conjunto de actividades que utilizaban la escritura como medio de expresión. 

La literatura está ligada a la capacidad del lenguaje y a la imaginación. Esta capacidad del pensamiento unida a diferentes aspectos de la vida surgen debido a la necesidad de explicar lo que ocurre.

A partir de las manifestaciones orales de la literatura, se crearon las manifestaciones escritas de la misma y surgieron las primeras bibliotecas.

En la actualidad asociamos la literatura y la lectura, aunque se debe tener en cuenta que la mayor parte de las lecturas que leemos no son literarias y que seguimos recibiendo a través de la literatura oral mensajes directos, como por ejemplo en una canción, una obra teatral, una película e incluso un anuncio de televisión.









  • Y aquí unos poemas que me parecen interesantes con sus respectivos autores.





Volverán las oscuras golondrinas 
en tu balcón sus nidos a colgar, 
y otra vez con el ala a sus cristales, 
jugando llamarán;

pero aquellas que el vuelo refrenaban 
tu hermosura y mi dicha al contemplar; 
aquellas que aprendieron nuestros nombres, 
esas... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas 
de tu jardín las tapias a escalar, 
y otra vez a la tarde, aun mas hermosas, 
sus flores abrirán;

pero aquellas cuajadas de rocío, 
cuyas gotas mirábamos temblar 
y caer, como lágrimas del día... 
esas... ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos 
las palabras ardientes a sonar; 
tu corazón, de su profundo sueño 
tal vez despertará;

pero mudo y absorto y de rodillas 
como se adora a Dios ante su altar, 
como yo te he querido... desengáñate, 
¡así no te querrán!






Vientos del pueblo me llevan,


vientos del pueblo me arrastran,

me esparcen el corazón

y me aventan la garganta.



Los bueyes doblan la frente,


impotentemente mansa,

delante de los castigos:

los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.



No soy de un pueblo de bueyes,


que soy de un pueblo que embargan

yacimientos de leones,

desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.



¿Quién habló de echar un yugo


sobre el cuello de esta raza?

¿Quién ha puesto al huracán

jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?



Asturianos de braveza,


vascos de piedra blindada,

valencianos de alegría

y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpago,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.



Crepúsculo de los bueyes


está despuntando el alba.



Los bueyes mueren vestidos


de humildad y olor de cuadra;

las águilas, los leones

y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.



Si me muero, que me muera


con la cabeza muy alta.

Muerto y veinte veces muerto,

la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.



Cantando espero a la muerte,


que hay ruiseñores que cantan

encima de los fusiles

y en medio de las batallas.


Andrea De La Fuente Igual.

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